Junio 2013.

Estoy pasando en Madrid el mes de Junio literalmente abducida por temas preocupantes, tediosos, aburridos que sin embargo es necesario afrontar como, por ejemplo, la deuda de mi comunidad de vecinos originada suponemos por una mala praxis.

Durante estos días de innumerables mensajes, whatsapp, redacción de cartas, gestiones administrativas, papeleos, burofax, reclamaciones, análisis contables y reuniones con las otras dos vecinos que me están ayudando a solventar los problemas derivados de dicha deuda, la presencia de Cooper-cariñoso, dulce, apacible, tranquilo- y sobre todo, los paseos que juntos nos damos cada día han ejercido sobre mi ánimo, más que nunca, un efecto terapéutico.
Fue en uno de esos paseos que sentada con él en una pradera del Parque de Suances en una de esos atardeceres de temperatura perfecta en que nada a tu alrededor te recuerda la existencia de la estupidez humana ni del mal en el mundo, en el que todo parece estar en orden y seguir un ritmo perfecto donde no hay cabida para el odio o la violencia, en que me vino a la memoria un poema por tanto tiempo olvidado del escritor Jorge Luis Borges (Los Justos).

Un hombre que cultiva su jardín, como quería
Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimologia.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un
silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal
vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales
de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le
han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el
mundo.


Este mes estuvo también presidido por la lectura compulsiva de un libro que me resultó apasionante y que cito en este blog, aunque nada tenga que ver con él, salvo por el hecho de que los tres personajes principales del libro tenían debilidad por los perros. Me parece que a su autor, Leonardo Padura, también deben gustarle o al menos eso deduje por las fotos que he visto de él en internet con un perro. http://www.tusquetseditores.com/titulos/andanzas-el-hombre-que-amaba-a-los-perros
El libro se llama precisamente "El hombre que amaba a los perros"( Edit.Tusquets). Si alguien lee estas palabras y tiene interés por la Historia del SXX, le recomiendo apasionadamente su lectura.


Y según el mes de Junio llega a su fin también he empezado a pensar en mi próximo viaje a Gijón donde por razones familiares debo pasar una larga temporada.